Enrique Mariscal reitera en estas páginas el contacto cómplice con sus lectores. Transita alegre por el puente encantado de su estilo. Su indagación renace vital en una textura de asombro, humor y autoironía. En estas páginas la imaginación se establece libremente y la conciencia testimonia su aventura en la unidad del ser. Este libro es provocador, tal vez irritante, nunca irreverente; tornará brújula o faro, según coyunturas, sin dejar de ser inspiración o juego. La síntesis de su mensaje es tan simple como abismal: nacimos para aprender a morir, para darnos cuenta, para encendernos con el fuego de la pasión que eleva hacia el conocimiento liberador.